domingo, 12 de febrero de 2023

y 17) Regresamos de Colombia "sin dar papaya"

Fue la primera frase de colombiano que aprendimos antes del viaje y la mantuvimos interiorizada durante todo el mes. "Tened cuidado, no deis papaya", lo que viene a significar que no exhibas cosas de valor (móviles, ropa incluso) y tampoco joyas y mucho menos dinero. Aunque estábamos en ello, hubo gente que nos lo recordó en varias ocasiones si exhibíamos celulares de buen aspecto o llevábamos la mochila en la espalda. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que regresamos sin protagonizar y ni siquiera presenciar incidente alguno, Ni siquiera un accidente de tráfico, y eso que este capítulo no es precisamente una asignatura sencilla.

Resumen de los procesos de paz que ha vivido Colombia en las últimas décadas

Sin embargo, no se puede obviar que la seguridad en Colombia ha sido siempre un problema fundamental. Es un país famoso por la violencia, tanto la que deriva de lo que eufemísticamente llaman "conflicto", como la proveniente digamos de la delincuencia normal. Por eso, cuando comentamos con amigos y familiares que nos íbamos un mes a Colombia no fueron pocos los que consideraron que podía ser un turismo de riesgo. Habíamos leído sobre la situación en este país que ahora conocemos un poco, que en los últimos años ha dado un vuelco  positivo. Sin embargo, algunos aspectos de la realidad colombiana siguen sorprendiendo al viajero español.

Imagen habitual de concertinas en una calle de Bogotá

Las concertinas forman parte del paisaje urbano de Colombia. Están por todos los lados: en los tejados de comercios, cerrando las vallas de condominios, de colegios, por supuesto en recintos militares y, en fin, donde mires. Los primeros días te chocan, luego empiezas a acostumbrarte y finalmente ni te fijas, pero siguen ahí.


Y no solo las concertinas, también las vallas electrificadas, que en muchas ocasiones van unidas.

Igualmente abundan las rejas, pero no en las ventanas, como puede haber en España, sino vallando completamente patios de pequeños negocios o de casas particulares, cerrando, incluso por arriba, el sitio donde se aparca un coche en una vivienda unifamiliar. 


Paralelamente, en Colombia la policía está presente por todos los sitios. Y no uno o en pareja, a veces en grupos de cuatro o seis, y unos metros más adelante otro; y en coche, en moto y en las carreteras, donde no es raro que paren vehículos para controlar. 
Junto a esta abundancia de agentes oficiales, el sector de la seguridad privada es, debe ser, potentísimo. Los hay en abundancia, en bancos, oficinas y en oficinas, así como es restaurantes y aparcamientos. Nos ocurrió estar en un italiano y a unos metros, un vigilante con pistola al cinto sentado con ropa civil en la barra. Por otro lado, muchos de los vigilantes privados tenían perros rottweiler o similares dotados de unos bozales que los hacían, si cabe, más intimidatorios.
El 1 de febrero teníamos previsto sacar efectivo de un cajero. Estábamos en Medellín y cajero al que íbamos tenía una cola enorme y bastantes vigilantes privados equipados con llamativas pistolas de cañón muy largo, medio metro o así. La gente había cobrado y todo el mundo iba a retirar su sueldo, por lo que habían incrementado la vigilancia para evitar robos. Imponía un poco.

Un Bogotá de casas bajas hace un siglo a los pies del cerro de Monserrate sin árboles

Todo esto era especialmente visible en Bogotá, la capital, que alcanza los ocho millones de habitantes. Es una urbe moderna, con rascacielos, avenidas, jardines y mucho tráfico (no tiene metro). Por eso nos llamó la atención esta foto colgada en el vestíbulo del funicular de Monserrate, una imagen de casitas bajas donde ahora hay torres. Entonces la ciudad no llegaba a los 300.000 habitantes.

Bogotá hoy desde Monserrate

Nada que ver con la actualidad, como se aprecia en una foto que hicimos desde la cima de Monserrate. Lo que eran casitas ahora son torres.

Recordatorios en el lugar del asesinato de Gaitán

En Colombia son aficionados a colocar placas en  lugares públicos. Informan de todo lo que allí ha pasado, quien nació en esa casa o cualquier hecho destacado. Se hace en todo el mundo, pero allí abundan de manera especial. A modo de ejemplo, un tanto extremo, la fachada del edificio del centro de Bogotá ante el que asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán, líder del Partido liberal, en 1948. Este magnicidio fue el origen del llamado bogotazo, que incendió la urbe, y no solo en sentido metafórico, y provocó un enfrentamiento civil que en su primera fase duró una década y del todo no ha terminado todavía.

El inductor de un rapto, que ejecutó un pintor reconocido, ha merecido ser recordado en una placa.

Y como ejemplo de placa bastante surrealista, por su contenido, esta colocada también en un punto céntrico de Bogotá, en el barrio de la Candelaria. 


En ese panorama de disminución de la violencia y de la delincuencia, tuvimos la suerte de visitar uno de los prototipos de la nueva situación, que no es otro que la Comuna 13 de Medellín: antaño ejemplo de sitio peligroso y hoy, siendo todavía una favela, aunque mejorada, modelo de recuperación social y económica, aunque quede mucho camino por recorrer.


Claro está, no todo el que tiene temor a ser asaltado recurre a la policía o a la vigilancia privada; a veces utiliza recursos propios un tanto heterodoxos.


Colombia es el país del mundo con mayor diversidad de aves. Y dentro de su amplio muestrario, la principal (dejando el cóndor andino al margen) es el colibrí. Hemos hablado en el blog de este pequeño pajarito tan simpático, y como no tenemos fotos propias recogemos esta hermosa escultura colocada en el parque de las Araucarias de Santa Rosa de Cabal.

Gestoría en la calle para resolver escritos y trámites

Siguiendo con las curiosidades, en el centro de Medellín encontramos a una especie de amanuenses, no muy lejos de la plaza Botero, que ofrecían sus servicios a quien quisiera contratarlos. Algo parecido a una gestoría callejera dotada de personal con máquina de escribir y ordenador. No tuvieron problema alguno en que los retratáramos.


También sorprende al visitante el sistema que utilizan para dar publicidad a los pleitos. Lo que aquí nutre boletines allí se coloca en grandes carteles en las vías públicas. El de la imagen estaba en el Camino Real de Barichara a Guane, en el mismo lugar del conflicto, pero se ven con frecuencia en fachadas.


Y este manual de comportamiento de los empleados municipales de Medellín es toda una delicia. Está colocado en el Museo de Antioquía, que anteriormente había sido la sede del Ayuntamiento. Aunque han transcurrido setenta años desde entonces, las recomendaciones podrían considerarse muy actuales.
De las cosas que muestran las calles de la populosa capital paisa algunas causan digamos que cierto espanto. Por calles céntricas ocupadas por la venta ambulante paseaban hombres/mujeres anuncio con carteles que ofrecían servicios a domicilio de dentista para colocar brackets o intervenciones de cirugía estética, por ejemplo, a precios extremadamente económicos. Pero bueno, también vimos anuncios ofreciendo arreglos de colchones igualmente a domicilio "si están mojados, quejumbrosos...".
Durante algunos días comprobamos lo habitual en el país de que las madres caminen por la calle o vayan en metro con bebés en brazos, y no en trayectos cortos precisamente. Al final entendimos que se debía a los precios de los carritos, sin duda inalcanzables para muchas familias.

En Cartagena de Indias tuvimos una clase sobre aldabas durante el free tour por la zona antigua amurallada.

Los había de todo tipo y diseño, algunos realmente atractivos.


El guía nos explicó que si eran grandes y estaban en la parte principal de la puerta, y a cierta altura, eran para que el señor de la casa lo utilizara cuando venía a caballo.


En cambio, si eran más pequeños y sobre una puerta más estrecha dentro del portalón, se destinaban a la servidumbre. Sonaban diferente y el servicio sabía de inmediato como debía actuar.


Tampoco eran infrecuentes los carteles sobre la conveniencia de hacer las necesidades fisiológicas en lugares y de modo adecuado. Y con la debida atención.


Recogemos un par de ellos como muestra de la imaginación de sus autores.


Tampoco queremos dejar de lado la bromita que familiares de alguno de los viajeros en las redes sociales a cuenta de la excursión en quad realizada en Villa de Leyva. Realmente, nos hizo gracia.

DICCIONARIO COLOMBIANO DE URGENCIA

Y para concluir, queremos facilitar a quien piense en visitar Colombia un resumen de palabras y dichos que nosotros tuvimos que aprender, y a veces paladear, sobre la marcha. 
Con estos términos o frases de uso común en Colombia, pero que tanto sorprenden al viajero español, despedimos este blog, en el que hemos resumido nuestra estancia de un mes en el país. Un viaje que recomendamos a quien quiera conocer un lugar realmente interesante y a la vez complejo, y una gente cercana y amable que se desvive con el viajero. Eso sí, "sin dar papaya".

Aquí van:

- A la orden, llamada de los vendedores ambulantes para reclamar tu atención, o saludo del camarero al atenderte.
- Direccionales, intermitentes de los vehículos.
- ¡Los direccionales no gastan gasolina!, queja de conductores cuando otros no ponen los intermitentes.
- Regáleme su merced..., forma amable de reclamar tu atención.
- Tanquear, echar gasolina.
- Hay más trampas que ratones, aludiendo a los riesgos de cualquier proyecto en el que se pretende ganar dinero.
- Trapiche, ingenio azucarero donde se obtiene la panela.
- Con gusto, respuesta del camarero cuando le pides algo.
- Se empata la vaina, se enreda la cosa.
- Pila con los pelaos, cuidado con los niños.
- Estamos llevando del bulto todos, algo que afecta a todos o a un grupo.
- Contraflujo, conducir en sentido contrario.
- Juan es muy berraco, se empeñó y consiguió algo.
- Muy bacano, muy bueno.
- Partieron cobijas, cuando una pareja se separa.
- ¿Les provocaría tomar algo?, ¿Qué les apetece tomar?
- Pitillo, pajita para sorber un zumo.
- Al clima, beber algo del tiempo.
- Qué pena, disculpen.
- Pico y placa, sistema para rotar los coches en la ciudad según su matrícula, limitando los que pueden circular.
- Comparendo, multa de tráfico.
- Papaya puesta, papaya partida, cuando hay una oportunidad hay que aprovecharla... aunque no sea ética.
- Buseta, autobús pequeño.
- ¡Qué chévere!, estupendo, buenísimo, gracioso.

Y para la despedida, una imagen de nuestra interesante visita al Museo del Oro de Bogotá, de la que ya hablamos en la primera entrada del blog.



¡ HASTA LA PRÓXIMA !

viernes, 10 de febrero de 2023

16) Colibrís y mariposas para despedir el eje cafetero

El hotel campestre Solar de la Luna fue un agradable descubrimiento

Estábamos en la recta final de la gira colombiana y nos instalamos en Armenia, más bien en el extrarradio de la ciudad, en una lindísima casa rural cuyo nombre oficial es hotel campestre Solar de la Luna. Es una amplia propiedad con ocho casitas, buenas vistas a la sierra y  una piscinita estupenda.


Tiene un cuidado jardín y el recinto es propiedad de dos hermanos que lo atienden con un matrimonio de caseros, que siguen el rol habitual en estos casos. El marido, Mario, se encarga del jardín y le felicitamos efusivamente por lo bien que lo mantiene, cuidadísimo y lleno de flores. Y ella de las habitaciones.


Cada casa disponía de una agradable terraza

Por lo que hablamos con los propietarios, dos hermanos, ya de cierta edad (pongamos que al menos en la cincuentena), son de familia bien y en la propiedad reside también la madre. Uno de ellos es arquitecto (ya no ejerce) y diseñó la instalación. Tanto el exterior como las casitas son muy agradables y llenas de detalles.


El comedor, abierto a la cordillera, tiene una capacidad exagerada para ocho habitaciones, pero nos explicaron que allí también se celebran eventos en ocasiones.


Estuvimos allí tres noches, en tres de las casas, por un precio de 528 euros, y ciertamente muy a gusto. 

La decoración, colorista y atractiva, sin duda fue muy pensada 

Detalle de una de las habitaciones

Para llegar a este hotel campestre hay que tomar un desvío de la carretera general y seguir un sendero de grava. Al inicio hay una barrera atendida permanentemente por un vigilante, lo mismo que en las Termas, algo habitual en este país lleno de seguratas y concertinas, siempre pendientes de la seguridad. 

El día siguiente habíamos pensado hacer un tour del cacao similar al del café, que nos había recomendado la catalana de Salento. Después de contactar con una de las fincas, ajustamos bien la hora ya que ese día habíamos quedado a comer con los dos gallegos de Filandia. Andábamos justos de tiempo para volver al restaurante a la una menos cuarto, teniendo en cuenta que para ellos era un día normal de trabajo.

Cuando nos disponíamos a salir, uno de los hermanos se percató de que teníamos que pasar por Armenia. Con el número inicial de la matrícula de nuestro coche y que era miércoles, explicó que no podíamos ir "pues les afecta el pico y placa, y hay cámaras en las calles". Quedamos alucinados, sabíamos que existe  dicho sistema en Bogotá y en Medellín, pero no en Armenia, y menos que nos pudiera dejar varados. Claro está, hasta ahora no habíamos tenido coche en Colombia.

Para evitar riesgos, anulamos la clase sobre el cacao ya que, aunque podíamos ir por otro sitio, mucho más largo, no nos garantizábamos llegar a la hora acordada para comer. Uno de los hermanos nos sugirió entonces visitar  el Jardín Botánico del Quindío, y fue todo un acierto, ya que nos encantó.  


Es un recinto muy grande, 15 hectáreas, en el que haces un recorrido con un guía profesional del propio jardín que lo va explicando todo. El grupo lo integrábamos nosotros seis y una pareja de mallorquín y colombiana residentes en Baleares. Nos explicaron que habían venido a que él conociera el país y la familia de ella.


Así que iniciamos una ruta viendo plantas, caminando por senderos de bosque y, siendo tan pocos, con facilidad para escuchar a la guía, que conocía bien de qué hablaba. La instalación pertenece a una organización no gubernamental, por tanto sin ánimo de lucro, que cuenta con la colaboración de la universidad del Quindío y otras entidades en proyectos de educación ambiental e investigación científica. Trabajan unas 35 personas y los guías oscilan entre 10 y 20, según la época.

Nuestra guía durante una de sus explicaciones

En el Jardín Botánico destacan de manera especial su trabajo con la colección de palmas de Colombia. Ya han conseguido agrupar en el recinto un total de 210 ejemplares de las 255 especies que existen en el país. De esta forma ayudan a su conservación y a su estudio.


Se detuvo de manera especial en esta palma con raíces aéreas, de la que dijo que ha dado lugar a leyendas en ambientes rurales de que el árbol las usa para desplazarse, y que por tanto se mueve de sitio. No sabemos si alguien lo ha creído, pero era para tomárselo en serio, parecen realmente patas...


En el recorrido nos encontramos con instalaciones destinadas a hacer más ameno el trayecto, como este laberinto de boj, que los visitantes pueden intentar resolver recorriéndolo. Eso hicimos algunos, pero en realidad era muy fácil encontrar la salida.


También vimos esta curiosa maqueta (a una escala variable, dada la topografía) para comprender el relieve del Quindío, un departamento chiquitito: 1.845 kilómetros cuadrados y 580.000 habitantes, el menor de la Colombia continental. A modo de ejemplo, menos que la menor provincia española, Guipúzcoa, 2.000 kilómetros cuadrados. En la gigantesca maqueta se observa la ubicación de los 12 municipios que la integran y la configuración del valle donde se sitúan, en plena cordillera Central, con el enorme pico del Nevado de Quindío (4.760 metros).


Disciplinados, hacíamos la ruta viendo árboles y escuchando las interesantes explicaciones.


Recibimos muchos datos sobre el bambú, también llamado guadua, tan importante y abundante aquí (se usa de manera amplia en la construcción), y la forma de evitar que se extienda de manera incontrolada, como ocurre si se le deja a su aire. Y curiosidades como la hora a la que hay que cortarlo, llegado el caso, ya que  una planta  absorbe cada día 15 litros de agua que suelta por la noche. Por eso el momento idóneo es a las cinco de la mañana, ya sin líquido.


En la parcela de 15 hectáreas hay vaguadas, y para organizar la ruta han tenido que instalar un puente colgante, indudablemente más seguro y estable que los que padecimos en la ruta del Cocora.


Uno de los platos fuertes es el punto de avistamiento de aves, desde el que los visitantes, en una cabaña con una pared de cristal y acústicamente aislada, pueden cómodamente observar aves, mayormente colibrís, y también otros animales, normalmente roedores. Como les colocan comida en plataformas, acuden allí continuamente.

Un azulejo al que pudimos observar mientras comía

De los colibrís nos sorprendió su tamaño, tan chiquitito, que parece casi un insecto, y la velocidad a la que mueve las alas, una preciosidad. 

Reproducción para conocer el túnel del Quindío y sus sistemas de seguridad

Nos resultó sorprendente que uno de los varios museos específicos existentes en este jardín botánico esté dedicado a conocer una obra de infraestructura, por muy destacada que sea. Se trata del Museo del Cruce de los Andes de Quindío, y explica cómo se construyó este túnel de 8,5 kilómetros bajo la cordillera, que ha simplificado enormemente el viaje a Bogotá. La montaña se horadó a 2.400 metros de altura, pero 900 metros por debajo del punto más alto de la cordillera, conocido como Alto de la Línea. Eso sí, solo funciona en sentido Bogotá, pero permite pasar en el viaje desde Buenaventura de 18 kilómetros por hora de media a 60. Su inauguración estaba prevista para 2013, pero no entró en servicio hasta septiembre de 2020.

Espectacular maqueta del túnel del Quindío, una relevante obra de ingeniería

El golpe de efecto de este pequeño museo es la maqueta de la montaña bajo la que se construyó. Cuando la estás viendo, más bien las bocas de acceso, la guía divide la montaña en dos y queda a la vista la totalidad del paso subterráneo. Muy efectista. Hasta funcionan los vehículos, como si se tratara de un Scalextric.

Exterior del mariposario, fotografiado desde una plataforma elevada (110 escalones) sobre el jardín

Otro lugar destacado es el mariposario, instalado en un recinto cubierto al que le han dado precisamente la forma de una mariposa.

Mariposas búho, bastante sociables con las personas, atraídas por la comida

El sistema que siguen para que las mariposas vuelen y se familiaricen con los visitantes es colocar comida en distintos lugares, a donde acuden constantemente.


Como casi todo el mundo, nunca en la vida habíamos tenido una mariposa posada que además se mantuviera largo rato.


Contentos como niños, comprobamos que pasado un rato acudían a las manos, en las que hábilmente nos habíamos untado comida.


La guía nos hablaba de las mariposas, de las distintas clases que hay allí, pero a nosotros la verdad es que el nombre no nos preocupaba mucho.  


Estábamos encantados de que se acercaran y posaran sin miedo alguno. Una pasada.




La guía nos sugirió que este árbol daba suerte si lograbas abrazarlo. No es que la creyéramos, pero por si acaso seguimos su consejo y hasta optamos por intercambiar las parejas. Y así, tras un par de horas en contacto con la naturaleza y aprendiendo, dejamos el jardín del Quindío todavía más felices de lo que habíamos entrado.


Desde este destacable Jardín salimos para el restaurante donde habíamos quedado con Toño y Paco, en las afueras de Armenia y también cerca de nuestro hotel campestre. Era el Rancho Edén, un sitio con amplias praderas y mesas separadas y aisladas entre árboles.


Después de hacer el tonto en estos poyetes con un fondo de palmas, dimos cuenta de una comida realmente estupenda.


Como durante la comida no nos había dado tiempo a hablar de todo lo que teníamos en cartera, los invitamos a visitar nuestra casa rural y allí pasamos la tarde entre anécdotas y risas, en la terraza con vistas a la cordillera. Alguna de estas anécdotas quedarán para la posteridad, como fue la participación de Toño en un examen práctico en la Academia de Seguridade de A Estrada. No dábamos crédito a lo que nos contaba, pero como tenía vídeos, nos rendimos a la evidencia. Un genio este Toño, y un verdadero actor, bueno, también su mujer. Lo que nos reímos. A media tarde nos despedimos emplazándonos para vernos alguna vez en Galicia, cosa que esperamos suceda más pronto que tarde.


La vista desde la terraza del hotel era una maravilla y unos pájaros vinieron a completar el decorado a no mucha distancia de donde nosotros estábamos.

Centro de Córdoba, el primero de los pueblos de la sierra

Nos quedaba solo un día antes de volver a Bogotá y, tras algunas consultas, decidimos hacer un recorrido por la sierra que veíamos desde la terraza, visitando algunos pueblos, concretamente tres: Córdoba, Pijao y Buenavista. Allí pasamos el día y esta vez, contra todo pronóstico, concluimos que quizás no fue la mejor idea. Ciertamente el paisaje era bonito, de montaña y bosques, y praderas, mucha vegetación, pero los pueblos no tenían mucho interés. De hecho, no paramos mucho en ninguno de ellos.
La anécdota en Córdoba fue un vejete que tras estacionar en la plaza puso un cartón sobre el parabrisas cubriendo la mitad del cristal o poco más. Tenía más cartones y ya lo entendimos; al regresar estaba allí sentado: le devolvimos el cartón.... y, claro, una propinilla.

Donde lo que sea es un nombre muy usado en hostelería, como Casa Pepe en España

La sierra casi parecía un territorio por explorar y de gran belleza

En alguna ocasión paramos para contemplar con tranquilidad el panorama

Plaza principal de Pijao, un pueblo agradable

Las carreteras de montaña en esta zona son como las del llano, pero mucho más complicadas y difíciles. En ocasiones había hundimientos junto a la ladera, o estaban arreglándola y cortaban un carril. Siguiendo la ruta llegamos a Pijao, el pueblo más bonito de los tres, pero teníamos en mente las localidades tan maravillosas que habíamos visitado a lo largo del viaje y eso elevaba el nivel. 


Una discreta placa en la plaza de Pijao recordaba a un grupo de militares muertos en combate con las FARC, la guerrilla  desaparecida mediante el acuerdo de paz de 2016. Llama la atención que tardaron once años en poner la placa, y que se hizo después de la desaparición de este importante grupo guerrillero, que en realidad era todo un ejército.

Posiblemente el día habría sido mejor aprovechado si en estas montañas hubiéramos hecho alguna ruta caminando, pero no tuvimos oportunidad. Realmente los paisajes eran espectaculares.


Antes de llegar a Buenavista, donde ya no paramos, hicimos un alto para tomar un juguito en un establecimiento de carretera, el café Concorde, un sitio enorme y bien puesto, con un aparcamiento para muchos coches. Aunque allí casi estuvimos solos, el lugar debe tener mucha vidilla los fines de semana.


Las vistas desde el Concorde eran magníficas y allí pasamos un rato charlando sobre nuestros días en Colombia.


En Buenavista no paramos, pero subimos a una loma donde está la base de un teleférico que no funciona. Un vigilante nos confirmó que nunca había entrado en servicio ya que tenía defectos de construcción, pero allí estaba. Al parecer, estudian reformarlo y darle uso. Una familia colombiana que estaba en el mismo sitio nos preguntó por nuestro viaje y se mostró muy contenta de nuestra opinión favorable del país.

Regresamos a Armenia, al Solar de la Luna, con 33 grados, dispuestos a disfrutar de la piscina. Lo hicimos pero un rato después el cielo empezó a cubrirse y cayó el diluvio universal en forma de tormenta, por lo que nos refugiamos en el comedor. Sombra, una perra labradora de la casa,  se asustó con los truenos y se vino dentro a refugiarse. Sólo asomó el morro de su escondite cuando se cercioró de que la tormenta ya había terminado. La temperatura era también mucho más suave. 

Ya de anochecida, salimos a cenar a un restaurante situado junto al  del día anterior. Se trataba de un italiano, el Bianco, donde disfrutamos de unas pizzas excelentes. Una buena manera de poner punto y final a la semanita cafetera. 

Al día siguiente, nos despedimos de nuestros anfitriones, devolvimos el coche y tomamos el avión a Bogotá, donde llegamos sin novedad. Allí pasamos los tres últimos días del viaje, viendo otra vez la capital, visitando un museo acompañados de Jazmín... y todas esas cosas que ya  contamos en la primera entrega de este blog.

Ahora ya solo resta elaborar un apunte final con curiosidades de un mes en Colombia, que nos da la impresión que fueron muchas más de las que pensábamos. 

y 17) Regresamos de Colombia "sin dar papaya"

Fue la primera frase de colombiano que aprendimos antes del viaje y la mantuvimos interiorizada durante todo el mes. "Tened cuidado, n...