lunes, 23 de enero de 2023

8) Cartagena de Indias: Getsemaní y San Felipe

Después de cuatro días en Santa Marta teníamos previsto completar la semana del Caribe con tres noches en Cartagena de Indias. Así que la mañana del 26 de enero salimos a primera hora para Cartagena en la van de nuestro chófer. Fue un viaje más cómodo de lo previsto, el mejor de los realizados en coche hasta ese momento. La carretera de la costa resultó bastante buena y no había mucho tráfico. En total, con la parada para tomar un café, unas cuatro horas y media.


En un viaje tan largo y con idioma común, hablamos largo y tendido con el conductor, que además tenía ganas. Nacido en una ciudad del interior, años atrás se mudó con sus padres a Santa Marta y con ellos vive. La conversación discurrió por cauces convencionales hasta que S. señaló, como quien no quiere la cosa, que diez días atrás había roto con su novia. No le dimos mayor trascendencia hasta que explicó el motivo: ella le había lanzado una botella de agua llena y le había roto una ceja. No era la primera vez que le agredía y decidió cortar. Pese a lo ocurrido, no cargó las tintas y casi la justificó asegurando que había tenido una vida difícil . Contó que su ex había estado en la cárcel , igual que su madre, y , además, siendo menor,  había ejercido la prostitución inducida por su madre. También tenía dos hijos de padres diferentes, ninguno suyo. El coche enmudeció ante el cuadro. La historia de S. nos había dejado de piedra. Mientras estaban juntos, él iba a verla a la ciudad del interior de donde procedían ambos y cuando venían a Cartagena les alquilaba a los tres un apartamento. "Pero esta vez se quejó de que no tenía vistas al mar. Le expliqué que eran muy caros, pero no atendió a razones. De hecho, a veces le daban ataques de ira que no controlaba. Enfurecida, me tiró con fuerza una botella de agua y me rompió la ceja. Y decidí romper, de lo que no me arrepiento". Concluyó asegurando que estaba mucho mejor desde que la había dejado. 


Tras este desahogo personal del conductor, el resto del trayecto fue mucho más anodino. Se limitó a lo habitual en estos casos: hablar de su trabajo y comentar lo que veíamos desde el coche. En el camino bordeamos Barranquilla, pero habíamos decidido pasar de largo pues es más bien una ciudad industrial con pocos atractivos (aunque últimamente construyeron un agradable paseo marítimo). Según parece, es muy famosa por sus carnavales. 

Vista del lago interior en el trayecto Santa Marta-Cartagena

La carretera bordea el mar durante muchos kilómetros y del otro lado es un lago gigante. En realidad, circulábamos por una pequeña y estrecha lengua de tierra.


Es un paisaje agradable y bordeamos numerosos poblados de pescadores, casi todos de viviendas muy humildes.


Según S., reside en estas casuchas gente que quiere vivir así por muchas ayudas que reciban para mejorar las viviendas. Por supuesto, no pudimos confirmar si eso es así o es la visión de nuestro conductor, por lo demás una persona muy conservadora y frontalmente opuesta al presidente Petro, el primero de izquierdas en la historia de Colombia, a cuya presidencia llegó a mediados del 2022.

El agua llega a las viviendas de los pescadores y en ocasiones las inunda

Aunque no paramos en Barranquilla, la circunvalación de la ciudad nos permitió conocer el moderno puente Alberto Pumarejo, inaugurado en 2019, con altura suficiente para permitir el intenso tráfico marítimo del río Magdalena.

El impresionante puente de Barranquilla, en cuya construcción intervinieron empresas españolas

Nuestro conductor se mostró muy orgulloso del monumento público conocido como Ventana al Mundo.


Situado en la carretera de circunvalación, se levantó  finales de 2018 coincidiendo con los XXIII juegos centroamericanos y del Caribe celebrados en Barranquilla. Tiene 47 metros de altura y se presentaron cien propuestas de diversos estudios de arquitectura.
Es fácil imaginar que al circunvalar Barranquilla hablamos también de su ciudadana más ilustre, Shakira, y de la polémica generada con su canción de venganza contra el futbolista Piqué tras su reciente separación. Casi con todo colombiano que entablábamos conversación el tema salía a relucir, comprobando que la cantante es popular y querida en su país: "Ha ayudado a mucha gente y paga colegios a niños pobres", precisó nuestro chófer.


Al mediodía finalmente llegamos a Cartagena y esta playa periférica fue nuestra primera visión.


Y ya en la ciudad, sus antiguas murallas defensivas, que tanta importancia tuvieron en el pasado.


Con casi un millón de habitantes hoy, Cartagena fue en el pasado uno de los puertos más importantes de las colonias españolas en el Caribe, y todavía lo sigue siendo hoy. Aquí se concentraban los barcos con plata y riquezas para organizar los convoyes con destino a España. La configuración de su bahía y sus imponentes defensas la hacían prácticamente inexpugnable.


Nuestro destino en la ciudad fue el barrio de Getsemaní, la zona histórica de la ciudad fuera de las murallas, concretamente el hotel Patio de Getsemaní. El precio por tres noches fue de unos 625 euros pero hay que tener en cuenta que las tarifas hoteleras en Cartagena eran de las más caras de todo el viaje.

Tenía una terraza agradable en la que estuvimos un día por la noche

Patio del Hotel, donde servían el desayuno

Se trata de una instalación sencilla y de varias plantas, con habitaciones un poco pequeñas y baños básicos pero estuvimos bien, a pesar de que el entorno era un poco ruidoso por las noches por la fiesta que se montaba. Su personal fue especialmente amable. 


Nada más instalarnos salimos a recorrer la ciudad, primero de todo lo que teníamos al lado, o sea, Getsemaní. Es un barrio sin duda especial, que ha conservado su estilo de cuando aquí vivían los trabajadores y las clases modestas, mientras la élite residía dentro de la ciudad amurallada. Ahora tiene su propia personalidad, reflejada en gran parte en los numerosos grafitis que dan vida propia a sus edificios y paredes. 


La zona conserva sus calles estrechas pero bien cuidadas, aunque el boom del turismo ha provocado cambios. Antes las casas eran blancas con puertas y ventanas marrones. Ahora lucen colores llamativos y muchas de las propiedades han sido compradas por extranjeros, y proliferan los bares, restaurantes y comercios. Tanto, que se ha convertido en el epicentro (ruidoso) de la vida nocturna de la ciudad, que es movidita.

Esculturas en la plaza de la Santísima Trinidad, que homenajean a Pedro Romero, uno de los protagonistas de los "actos heroicos" de 1811 que llevaron a la declaración de independencia de Cartagena.

No hay muchas plazas en Getsemaní y la principal es la de la Santísima Trinidad, que por el día está semivacía y cuando cae el sol se llena de gente y de puestos de comida y bebida y de música. 

De noche, el ambiente es otro y siempre está atestada de gente . Cuando hicimos la foto, en la Iglesia se desarrollaba una misa de "puertas abiertas"  con el cura dando su perorata a todo volumen a pesar del  jolgorio de los alrededores.

De noche Getsemaní muda de aspecto y la animación dura hasta la madrugada. Tanto, que en muchos hoteles el problema es dormir con el bullicio existente en la calle. Una pareja de nuestro grupo, cuya habitación daba a la calle, tuvo que cambiarse a otra interior. Y a todos nos agobiaba el paso de las "chivas" llenas de gente divirtiéndose con la música a todo volumen . El estruendo era tremendo.


El recorrido por el barrio es ameno y a veces semeja un museo abierto de arte moderno.



Y cuando no hay arte callejero, se descubre que mantiene con cierta dignidad el estilo del pasado.


Llegamos con apetito y en el barrio encontramos un italiano que resultó un restaurante estupendo. Di Silvio tiene varios ambientes y ocupa una casona que debió ser almacén o algo así. Nos hicimos con una mesa y degustamos una comida estupenda por 10 euros cada uno. Después, seguimos pasando revista a las manifestaciones artísticas del barrio de Getsemaní, que eran muchísimas y muy interesantes.






Comprobamos también que por la noche todo cambia, los restaurantes y locales están a tope, y las calles se llenan de puestos ambulantes de comida y bebida. En suma, un ambientazo. 


Luces, colores, animación, música y gente, mucha gente, toma las calles.

CASTILLO DE SAN FELIPE


El castillo de San Felipe aparece en todas las guías como una visita obligada en Cartagena. No es su única fortificación, ya que la ciudad antigua conserva la práctica totalidad de sus murallas, y existe también alguna otra fortificación. Pero en apariencia es la más llamativa y estaba a poca distancia caminando de nuestro hotel.


Exteriormente es un castillo enorme que sirvió de plataforma para los cañones que garantizaban que ninguna escuadra podía acercarse a la ciudad sin permiso. Construido sobre el cerro de San Lázaro, empezó a levantarse en 1567 y después  sufrió numerosas ampliaciones y modificaciones. Es Patrimonio de la Humanidad junto con el conjunto de fortificaciones de la ciudad.


Pese a nuestro interés, la visita no cubrió las expectativas aunque la entrada de extranjeros costó algo más de 6 euros. Estaba atestado de gente y había una larga cola.

Vista desde San Felipe

La visita consiste exclusivamente en subir las cuestas interiores para llegar a las plataformas de las murallas y desde allí ver la ciudad y el mar. También recorres algunos corredores que servían de protección a los soldados.


Pero nada más. No hay ninguna información sobre la historia del castillo, ninguna sala con planos, con datos de lo que fue y para que sirvió, y como era la vida allí. Absolutamente nada. Salimos frustrados pues la visita, tal y como está organizada, no sirve absolutamente para  nada a no ser que te hagas con los servicios de un guía. 




Quizás lo que más nos gustó de San Felipe... fue la escultura de los zapatos viejos, situada en unos jardines junto al recinto militar. Es un lugar muy popular al que van familias y visitantes a hacerse fotos y se ha convertido en un emblema de la ciudad. Obra de Héctor Lombana, escultor fallecido en Santa Marta en 2008. La actual es la segunda escultura, ahora en bronce, ya que la inicial, con una pátina de plombagina, se deterioró y no tenía arreglo. Es un homenaje al famoso poeta cartagenero Luis Carlos López y a su obra "A mi ciudad nativa".

Podría parecer Tokio o Hong Kong, pero es Cartagena de Indias


Después tomamos un autobús turístico para ver la ciudad desde la ruta y nos acercamos a Bocagrande, la Miami de Colombia.

Dimos un paseo por Bocagrande, pero no es un lugar que nos interesara especialmente

Este barrio reúne establecimientos hoteleros y grandes torres de apartamentos y también viviendas de gente bien que las paga a precios casi europeos. También se concentra parte del turismo que busca la playa y la diversión, por lo que cuenta con casinos y discotecas.  


Ha sido objeto de un importante boom inmobiliario, como es fácil observar por las docenas de elevadas torres y rascacielos que lo pueblan, los más altos de América del Sur.

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