jueves, 19 de enero de 2023

12) Guatapé y El Peñol, la construcción de un paisaje de cuento

El paisaje que tanta fama ha dado a Guatapé y la peña de El Peñol es artificial y relativamente reciente. Se debe a la construcción en la década de los años 70 del siglo pasado de un embalse, cuyas aguas inundaron El Peñol y forzaron a construir un nuevo pueblo. Hicieron que floreciera lo que parece un enorme conjunto de lagos de gran belleza y, de manera mucho más tangencial, afectaron a algunas casas de Guatapé. Este pueblo mantiene la costumbre de adornar con zócalos el exterior de las casas, casi siempre con motivos que aluden a la profesión de los residentes. Tal conjunto de circunstancias ha provocado un impresionante auge turístico: es de las zonas más visitadas de Colombia, y realmente lo merece.

El embalse de El Peñol, de 1978, ha generado un paisaje de enorme belleza

Réplica de la plaza central de El Peñol inundado por el agua, hecha para atraer a los turistas

Las casas de Guatapé, de las que algunas se vieron afectadas, siguen con zócalos. Son obligatorios en las construcciones nuevas

La excursión a Guatapé y el Peñol es ahora un clásico para los viajeros que llegan a Medellín, al nivel o incluso por encima de la super nombrada Comuna 13. Y es que además de las fotos anteriores, el peñón es todo un emblema.

Se trata de un enorme peñasco de 220 metros de alto, en realidad un capricho geológico, que sobresale en medio del paisaje y provoca en el viajero la pregunta de que hace esa mole granítica en semejante lugar, sin nada que le acompañe. Es tan espectacular y lisa, que no fue hasta 1954 cuando un hombre puso su pie en la cima. Y según nos explicaron, el pionero fue precisamente la persona que impulsó después la construcción de una escalera que ahora permite subir con cierta comodidad y algo de esfuerzo.  

Guatapé es un pueblo colorido y colorista hasta en su llamativo photocall

Ante este panorama no tuvimos duda de dedicar una jornada de estancia en Medellín a visitar una zona tan impresionante. Pensamos contratar la excursión en el hotel, pero por suerte indagamos previamente. El resultado fue que Maxi Tours nos ofrecía la misma excursión por 100.000 pesos, 20 euros, casi a la mitad de precio, y lo mismo al día siguiente para conocer Santa Fe de Antioquia. Nos pareció sorprendente, pero no había duda: fuimos con Maxi Tours.

Restaurante en la periferia de Guatapé donde desayunamos y comimos, y bastante bien

Nos recogieron en el hotel a las 7 de la mañana y después fuimos por varios hoteles más acarreando turistas, otro español, varios panameños, costarricenses y, en su mayor parte, colombianos de otras zonas del país como Cali o Barranquilla. Tras ello, un viajecito corto, algo más de una hora, atravesando un paisaje muy chulo y verde. Al llegar, lo primero de todo a desayunar por cuenta del tour, que no estuvo nada mal. Allí comeríamos también y el almuerzo fue igualmente digno. A destacar el trabajo del guía, Alex, profesional y agradable. Tenía que traducir todo al inglés porque había varios belgas, pero lo hizo muy bien. Y lo mismo se puede decir del conductor del bus, nada que ver con la experiencia de Palomino,

Ayuntamiento de Guatapé, una construcción hermosa y llamativa

La primera parte del tour se destinó a visitar Guatapé, un pueblo lindo, agradable, de colores vivos por todos lados, con casas bajas en su mayor parte, cuya fama se debe a los zócalos de los edificios, ahora mismo una obligación para quien las construye a fin de mantener el tirón turístico.

Guatapé es un pueblito de poco más de 6.000 habitantes (9.000 el conjunto del municipio) y se le ve especialmente cuidado y limpio. A veces hasta recuerda un parque temático.


El embalse ha llevado el agua hasta la vera de las casas, con lo que se ha dotado de un puerto deportivo en toda regla. Tras la comida lo utilizaríamos, pues el tour incluía un paseo por el lago, un embalse en realidad, pero como no se ven ni intuyen las compuertas es lo que parece.

Y esta interesante escultura de un surfista confirma la vocación de Guatapé como municipio cuasi marítimo.


Pero lo que hace diferente a Guatapé son sus enormes zócalos, que vienen a ser como los grafitis de la Comuna 13. Los hay en todas las casas o casi, y aquí mostramos una selección:





En la mayoría no hay que esforzarse para deducir la profesión de los vecinos.


En algunos casos difíciles, por el tamaño y la forma geométrica de la fachada, la imaginación y el buen hacer de los autores del zócalo resulta llamativa.


Al margen de los frisos, ya que la palabra zócalo parece un poco cutre para estas obras artísticas, Guatapé es un pueblo que exhibe colorido y presume de no pasar inadvertido.


Sus calles céntricas están basadas en esta premisa y el viajero disfruta de su contemplación. Ese día no estaba especialmente atestado de gente y paseamos muy tranquilos y seguros.


Es innecesario recalcar que muchas de las viviendas son ahora locales comerciales, de venta de recuerdos, comida, dulces o cualquier otra cosa. Los turistas llenamos el pueblo cada mañana y muchos guatapenses han hecho de esta actividad un modo de vida.


Y si el pueblo rezuma colorido, se mire por donde se mire, los tuk-tuk no podían ser menos.


En la plaza central luce la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, cuya construcción duró más de 70 años. Fue inaugurada en 1867, aunque ha sido objeto de algunas modificaciones posteriores ya que se le colocó el reloj antiguo, del siglo XVII. Como se puede ver, también tiene zócalos.


Tras este chute de color, la visita a la cercana réplica de la plaza principal de El Peñol, que desapareció bajo las aguas, ya no despierta tanta emoción. 


El objetivo de esta reproducción es claramente turístico, ya que los edificios de la plaza, iglesia excluida, son tiendas de recuerdos y similares. El mayor interés son las fotos del pueblo antiguo y de los momentos de la inundación colgadas en una fachada, pero de discutible calidad técnica.


Quizás lo más atractivo de esta plaza-pastiche es el lugar preparado para las fotografías. Nos quedó la duda de si sirve también para reclamar la condición de provincia, pero olvidamos preguntar.


En esos momentos, antes de comer, toca ya abordar el plato principal del menú: la visita al Peñol y la decisión de subir o no  a la cumbre.


La mayoría del grupo optó por el ascenso utilizando la escalera, y la sorpresa fue que costó menos de los que imaginábamos sortear estos algo más de 700 escalones (hay distintas cifras, entre 715 y 740, y no los contamos), por lo demás de cómoda configuración ya que hay espacios para ir parando en el ascenso. También se agradece que en más de la mitad del trayecto estén separados los que suben de los que bajan.


Y una vez arriba, la recompensa son las vistas sobre lo que parece un territorio robado a Finlandia, por aquello de que es el país de los tropecientos mil lagos.


El panorama que se divisa es espectacular, con un sinfín de lagos envolviendo lo que parecen islas, aunque en su mayor parte están conectadas.


Dimos la vuelta a la plazoleta que se ha construido en la cumbre del peñasco, por supuesto también llena de tiendas y bares, con precios más elevados ya que no hay ascensor para subir las mercancías. 


Nos cansamos de mirar y remirar, y al rato iniciamos el descenso.


En la foto se aprecia como para encajar la escalera se utilizó la hendidura existente en la roca, que con seguridad facilitó su anclaje. Pese a ello, el resultado no es precisamente muy estético.
El aparcamiento lleno confirma que los turistas éramos legión

Antes de decir adiós a este hermoso lugar, una foto donde podría afirmarse que estamos en un lugar costero muy especial salpicado de islitas. Como un espejismo.


Y en la base del peñón, la estatua de la persona que hizo posible la escalera actual y sus antecesoras de madera, y logró pasar a la historia por ser la primera persona que coronó El Peñol. Se trata de Luis Villegas, ayudado por Ramón Díaz y Pedro Nel Ramírez, en un ya lejano 16 de julio de 1954. Para ello durante cinco días fueron subiendo cada día un poco más, primero por una escalera de madera, luego colocando estacas, y así lograron la gesta. Se dice que tras ello Villegas compró el peñón y luego construyó una escalera de madera, que sería mejorada en varias ocasiones. La actual de cemento no llegaría hasta 1976. Ahora el recinto es propiedad de un descendiente suyo y obviamente una mina de ingresos.


Fue un día completo, que se redondeó con un paseo en barco por el embalse.


Es un entorno agradable y los alrededores de este lago artificial son cerros y montañitas arboladas, que ayudan a embellecer el paisaje. En este paseo en barco pasamos justo por encima donde estaba el pueblo, y una cruz indica el lugar de la antigua iglesia. 


Pablo Escobar poseía esta mansión en este lago, que fue dinamitada

Según nos explicó el guía, la vivienda en ruinas de esta imagen es la finca La Manuela, que fue propiedad de Pablo Escobar. Tras su muerte, en 1993, fue dinamitada por los Pepes (acrónimo de Perseguidos por Pablo Escobar), un grupo paramilitar, y así permanece.


Había algunas mansiones impresionantes en el entorno, entre ellas una propiedad del futbolista James, que jugó en el Real Madrid.


Y navegando en el embalse impresiona contemplar el aspecto del Peñol, más aún cuando un rato antes has estado allá arriba.

Iglesia en el nuevo Peñol

Sin duda, el Peñol fue la inspiración de los diseñadores de la iglesia del nuevo pueblo del mismo nombre, donde paramos unos minutos antes de regresar a Medellín.


Ciertamente, el templo es un poco truño, pero para nuestra sorpresa su interior resultó atractivo. En ese momento, cómo no, a las 4 de la tarde, se estaba celebrando una misa con las puertas abiertas y el templo a rebosar. Por eso pudimos verlo por dentro aunque no fotografiarlo.

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